miércoles, 9 de enero de 2008

Los gatitos




Hola a todos. A mitad de la calle Doctor Chil junto a la iglesia de San Francisco de Borja, y frente al Museo Diocesano, en una casa del antiguo barrio de Vegueta, con muros anchos, techos altos, grandes habitaciones y patio central estuvo durante un tiempo el Seminario de la Diócesis Canariensis. Luego y debido al número grande de seminaristas el obispo Monseñor Pildain se propuso la construcción de un nuevo edificio, que a la postre fueron varios, en Tafira Baja. Recuerdo que para obtener algunos fondos que ayudaran a la construcción se hicieron durante un tiempo cuestaciones en las iglesias para que los fieles contribuyeran con su óbolo a tal proyecto. Supongo que hubo dinero de otros patrocinadores pues con lo que podían donar los pobres de entonces no hubiera sido suficiente para el pago de solares, materiales y mano de obra.




Se pudo ver al fin, entre palmeras y otros árboles, dos espléndidos edificios que servían de aulas y dormitorios separados por uno más pequeño que era la iglesia. La constante deserción de alumnos para el seminario y el ansia de universidad que teníamos los grancanarios, terminaron por hacer que estos edificios fueran el embrión de los que hoy afortunadamente tenemos para Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Así la participación del pueblo con sus humildes limosnas revirtieron en hacer lo que el mismo pueblo quería, y que se consiguió -todo hay que decirlo- pese a la oposición de una parte importante de prensa y de próceres de la isla hermana de Tenerife, que pensaban que un adelanto en la educación superior de aquí iba en detrimento de la Universidad de La Laguna de allá.

Y hablando de seminaristas recuerdo la estampa urbana que éstos protagonizaban al ir de paseo, o a jugar a fútbol, por calles y plazas de Las Palmas. Iban de dos en dos en filas, bajo la atenta mirada de un profesor, vestidos con lo que era uniforme del clero, o sea con la sotana. Era ésta de color negro, larga del cuello a los pies, con botones a todo lo largo, que con el tiempo sería sustituida poco a poco por el clerigman, que era más apropiado según los progresistas pues constaba de pantalón, chaqueta con crucesita pequeña en el ojal y un alzacuello de color blanco, para resaltar su condición de sacerdote.

Pues bien, paseando los seminaristas de dos en dos como queda dicho, con tal sotana y color, la gente cuando los veía decían "ahí vienen los gatitos" en alusión cariñosa a todos ellos.

Te deseo un buen día.

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