jueves, 3 de enero de 2008

Tamadaba



Hola a todos. En la calle Doctor Déniz, en la Plazuela, hay una casa o caserón cerrada desde hace bastantes años que me recuerda mi época de aprendiz. El contrato de aprendizaje era la forma de contratación laboral para los chicos que nos iniciábamos en el trabajo y tenía dos modalidades, de 14 a 16 años y de 16 a 18. Pues bien en esta casa que aun se conserva tenía su sede, supongo, el Frente de Juventudes y a ella acudíamos un grupo de trabajadores porque en tal época existía la obligación de asistir los aprendices -y las empresas dar el oportuno permiso- a clases del Espíritu Nacional. Estoy hablando de años de la Dictadura y era normal el hacerlo.


Pues bien de estos años recuerdo mi primera visita a Tamadaba, pinar privilegiado situado en el noroeste de Gran Canaria, una de las mayores alturas de la isla, y con magníficas vistas sobre el valle de Agaete y la isla cercana de Tenerife. No sé en que mes me llevaron (supongo que en mayo o junio) pero sí recuerdo el como. Fuimos en un camión, seguramente del ejército, con su parte trasera, todo lo que no era la cabina, abierta, y unas tablas colocadas de lado a lado como asientos sin respaldos. Tampoco sé como se portaron mis posaderas y mi espalda pero es fácil imaginar que no terminarían en muy buenas condiciones, habida cuenta de lo lejos que está el pinar de la Capital con las tres mil vueltas en carretera que había para llegar a él. También recuerdo que llevaba un pullover sin mangas a cuadros y camisa de manga corta con lo que el frío se me iría haciendo notar según íbamos subiendo.



De todas maneras aquel frío, si lo tuve, no fue nada comparado con el que pasé hace unos pocos años en un campamento en el mes de febrero. Campamento de "padres" en un grupo scout, en el que después de los actos tradicionales con el "fuego de campamento", canciones, etc. de los chicos, los padres quedamos con un asadero acompañado por guitarras y timples. El problema vino para mí ya de madrugada. Resulta que no iba preparado con ropa térmica ni saco de dormir ni nada, y se me fue pegando un frío de todos los demonios con el que parecía que me iba a dar el telele. Ello ocurrió en la noche del sábado para el domingo, y no desgraciadamente para amanecer el lunes, en que una capa blanca adornaba la cumbre central de la isla lo que nos impidió de gozar en directo de una hermosa nevada que había caído.

Fotos obtenidas en Fedac

Te deseo un buen día.

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