domingo, 20 de enero de 2008

¡Venga, más baile!

Hola a todos. Es cosa buena las asociaciones de vecinos y otros grupos que brindan a asociados y a invitados actividades que nos ayudan a pasar buenos ratos; claro que, también por nuestra cuenta y sin necesidad de ir con otros, podemos pasarlo estupendamente bien, pero la convivencia, el trato con otra gente muchas veces personas desconocidas, hace que se amplíe el horizonte de nuestra humanidad. Tal es el caso de la Asociación de Vecinos Peña la Vieja con la que ayer tuvimos la oportunidad de hacer una excusión a Maspalomas. No fuimos a bañarnos en esta maravillosa playa sino que nos quedamos en tierra seca. Hicimos una primera parada en el mercadillo donde cientos de turistas, en ropa veraniega a pesar de estar en el mes de enero, recorrían el recinto en los distintos puestos comprando aquello que le era curioso o necesario. Nosotros, los de aquí, que no sabíamos bien a donde nos llevaría la excursión íbamos con ropa suficiente para desafiar el biruje que se mete en las cumbres de la isla, así que quienes parecíamos chonis fuera de lugar eramos los grancanarios. A todas éstas, con un calor propio del mes de agosto -exagerando- bajo un cielo sin una nube y con el sol esplendoroso de estas latitudes, me decido a comprar una camiseta de algodón de color blanco inmaculado y luego un pantalón corto haciendo juego con mi nueva indumentaria. Pensaba yo que seguramente me parecía a un conocido personaje de ficción del cine y que posiblemente pudiera encarnar a Indiana Jones en Maspalomas.


  • Bromas aparte, conservo en casa la fotografía de cabecera, de fecha 01-09-57, de mi primera ida a Maspalomas, tenía entonces dieciséis años y la inmensidad de la playa junto al faro, y su soledad, me deslumbraron; aun no era época de turismo masivo y como edificios se contaban el faro y el bar de la Viuda de Franco, éste de obligada parada para los camioneros que desde Arguineguín transportaban el cemento de la fábrica hacia Las Palmas. Nada de los hoteles y apartamentos actuales, ni de la procesión de gentes que en un continuo ir y venir va desde la playa de Maspalomas a la del Inglés. El entorno ha cambiado para mejor o para peor según se mire. Quizás un turismo más selecto y menos edificación hubiera sido preferible. Pero ¿quién le pone puertas al campo?, lo que está, está, y hay que distrutarlo.
Y eso es lo hicimos dando vueltas alrededor del Faro donde hoteles de nueva planta dan con sus estrellas empaque al lugar y que ha propiciado la avenida hacia la playa de las Meloneras, con la brisa del mar siempre acariciándonos. La Villa del Conde, hotel donde han querido reproducir un pueblo grancanario está muy bien aún cuando la 'iglesia' esté fuera de lugar. Y como de diversión se trataba nos fuimos a almorzar al Aeroclub, tres guaguas, ciento cincuenta o ciento sesenta excursionistas, de los que muchos aún en buena forma dimos cumplida cuenta no sólo del almuerzo, rancho de primer plato y pescado en el segundo, sino al baile que vino a continuación. Cuatro horas de música -"dos pasitos p'alante María, dos pasitos p'atrás"- como diría mi sobrina Oti, nos alegró el alma a la vez que nos hizo mover el esqueleto.


Te deseo un buen día.

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