miércoles, 6 de febrero de 2008

Pasacalle en Triana





Los monstruítos hace 24 años









Dicho popular:

Tiene más mala suerte que el pupa,

que se cayó p'atrás y se rompió la cuca.


Hola a todos. Lo dicho, que tengo más mala suerte que el pupa. Te cuento: resulta que me decido a ir al pasacalles anunciado en la calle de Triana y allá que se va media isla; resulta que me compro un par de botes de polvos de talco y lo mismo se le ocurre a todo el mundo; y resulta que levanto un bote y dejo caer un pizco polvo por encima de alguien que pasa y to'quisque que va y hace lo mismo. Y claro así al cabo un rato ya no había nada claro. Como dijo uno de los congregados aquello parecía la calima. ¡Vaya polvo, caballero! ¡Vaya polvajera! No se podía ni respirar. A las ocho de la tarde que comienza el pasacalles desde el Parque de San Telmo y a las once menos cuarto que recalamos allá por la Plaza las Ranas. Dos horas y tres cuartos, más lo que siguió, echando polvo y más polvo; hasta de gofio que lo ví yo con estos ojitos. Aquello debía ser el anuncio de la semana blanca que anuncia las agencias de viajes porque yo nunca había visto tanta gente de blanco, tan elegantes ellas y ellos con pamelas o sombreros, tan recubiertos de blanco. Y hasta el piso, usted, ya al final ni se veían los railes del tranvía que sacaron al sol hace unos años.


Foto de Andrés Cruz - La Provincia


A todo el zafarrancho se apuntó como siempre que hay una juerga colectiva la Banda de Agaete. Fuertes tíos con aguante porque a pesar del fino polvillo que se le metía a uno por nariz, boca y oídos todavía seguían con ganas de soplar a las tres horas y seguir tocando música de tenderete. Cómo se ve que están 'escopetíaos' con la fiesta de la Rama y cuanta otra fiesta aparezca en cualquier otro sitio lo que les hace tener pulmones grandes como la Catedral. Porque yo no aguantaba mucho y eso que en lugar de cantar como otras veces las canciones del repertorio, donde no podía faltar el himno del carnaval ni la turronera pon turrón ni los pasodobles ni me gusta la bandera con siete estrellas verdes ni... ¡qué sé yo!, me mantenía con la boquita cerrada porque al menor descuido un puñado de polvo lanzado con la mejor de las punterías se te metía justito hasta la garganta.



A veces en medio del jolgorio una serpiente de treinta o cuarenta anillos cogidos unos a otros por la cintura, a los que se les sumaba más si se terciaba, iba abriéndose paso entre la multitud contoneándose y bailando según la música que le llegaba que no siempre era la de la Banda. En un momento dado dos pedazos de criaturas de dos metros y pico bien despachados aparecieron en escena como diciendo "a ver quien consigue ponerme de blanco la cabeza"; en otra ocasión un muchacho quizá compadecido de mí me dice: "caballero hoy sí que le han echado muchos polvos" a lo que le que contesto que yo no estoy ya para estos trotes; de repente una voz que se convierte rápidamente en cientos grita "¡ea ea ea aquí no se pelea!, ¡ea ea ea aquí no se pelea!, por un conato de riña que no llega a mayores. Aparte de este incidente el comportamiento de la gente, con muchos jóvenes y no tan jóvenes, con talluditos y carrocillas como el que escribe, era ejemplar; cada uno aguanta el chaparrón como puede y con buena cara, y con tan buena cara le hace la puñeta al prójimo sin dejar de sonreir. Me parece a mí que es una forma bonita de hacer gamberradas sin que venga el guardia a jorobarte... que para algo estamos en carnavales. Y a eso de medianoche la gente sigue de blanco y empolvada por mitad de la Alameda y por toda la Plaza de Cairasco y calles Muro y Remedios y Plaza de las Ranas, cuando nos retiramos.

Te deseo un buen día.

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