jueves, 30 de octubre de 2008

Santiago Bordón

Hola a todos. He leído en estos días dos novelas cortas de los Hermanos Millares Cubas. Ambas están juntas en un libro de tapas de cartón y papel amarillento con manchas, edición de 1898, y no lo prestan en la biblioteca por temor a perderlo. Y tienen razón porque las obras son narraciones entrañables para los que buscamos raíces en los escritos de nuestros mayores. La una, con título del personaje central, Pepe Santana, narra la llegada de éste a la ciudad de Las Palmas -los autores la llaman Atlántica- a bordo del buque 'Guanarteme' después de una estancia en Península, y la narración con una historia intrascendente les va permitiendo mostrar aquella ciudad de entonces, con muy pocos habitantes, pocas viviendas y grandes arenales.

La otra novela que es la que me interesaba porque sabía que tenía referencias a la zona centro de la isla, la empecé leyendo con el interés de la búsqueda. Luego, según iba leyendo, me llegó a cautivar el tema. Como en la anterior, el personaje central, en este caso Santiago Bordón, da nombre a la novela. Éste llega también de Península, tísico y con un problema personal pues su mujer lo había abandonado por otro, y al llegar, en lugar de quedar junto al mar, se adentra en el interior de la isla. Y así voy caminando junto con Santiago dejando atrás las campanas de catedral, desde el barrio de San Roque -a marcha lenta de caballerías- subiendo por Pico Viejo, por los campos verdes de Tafira, el Lentiscal ya la montaña con forma de pirámide de la Caldera, Santa Brígida con la torre de la iglesia, Madroñal con sus campos trazados con tiralíneas, hasta llegar más arriba de San Mateo del que vemos la tapia blanca de su cementerio.

La historia como digo me atrae y a través de ella veo los arroyos, las cuevas del agua, la neblina, oigo el hablar de los campesinos de entonces amarrados a sus tierras y asisto a una de sus celebraciones -la última- (la última de nueve noches de jolgorio) en que festejan la llegada de un nuevo hijo en casa de uno de ellos. Utilizan los Millares palabras que hoy están ya en desuso posiblemente: capsas de mistos, zaraza, debaso, cañamazo, monifatos, avilantez, altabacas... y describen con amor al terruño alguna cosa nuestra: "La pila de la casa paterna, el mueble característico de las viviendas atlánticas, la armazón de madera en cuya parte superior la piedra de filtro deja caer una a una las gotas de agua entre verdes culantrillos hasta el bernegal, el ánfora barriguda de roja arcilla donde se acumulan lentamente".

Y cuando no, nos lleva al pasado con sonidos que ya hemos perdido: "Abajo en el barranquillo comenzaban las ranas su concierto nocturno y de todas partes brotaban las notas estridentes de los grillos". Y de los hombres y mujeres que celebran el reciente nacimiento junto a la parida nos dejan estas folías cantadas con sabor a vino, ron y ginebra:

"Yo lloro polque pedí
un amor que tanta amaba...
Lloro porque la adoraba
con aldiente frenesíii...
........................
Ayer del bosque sombrío
fí ruseñor melodioso...
y hoy barranco borrascoso
arfombra der dueño mío!
........................
En er filo de un cuchillo
he poío echar un sueño
y no me pueo dormir
en los brazos de mi dueño.

Te deseo un buen día. Se feliz.

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