sábado, 31 de enero de 2009

Cine mudo

Ya lo dijo el árbol: a vivir que hay riesgo de secarse.
Y ni un berrinche, ni una nostalgia, ni un pío de pena
en lo que de tiempo le quede al día.
Moverse, leer, pensar en los demás.

Ángeles Mastretta.

Hola a todos.

Una revista que compré durante años tenía la sección titulada La risa remedio infalible. Contaban en éstas chascarrillos, chistes y anécdotas que, si no hacían reír, al menos con ellas esbozaba uno la sonrisa. Me acordé de la revista el miércoles viendo una película de cine mudo de los años veinte del pasado siglo. Viéndola me olvidé de la crisis, de Gaza, de Bush y de Obama. De todo aquello con que diariamente nos machacan dándonos noticias como para llenarnos el alma de zozobra.


El cine mudo me hizo volver a una época pasada. Reí y sonreí viendo los innumerables golpes (así decimos por aquí a las situaciones graciosas de cada escena). Golpes llenos de dulzura, sin malicia, en la que cada cual trata de tirar pa'lante en este mundo en que nos movemos. El Chico, tal es el título de la película, quiere a chica y por ella es capaz de gastar su exiguo sueldo en comprarle un regalo que le envía. La chica, enamorada, deja su casa y va en busca de él prometiéndose tiempos felices juntos. El amigo, que trata de ayudarle aunque no puede porque el policía le persigue porra en mano. El jefe, adulador. Las clientas que se lo rifan para que les atiendan en las rebajas.


La visión es sólo en blanco y negro y para nada le falta colores añadidos. Las caras muestran alegría, estupor, sorpresa, miedo. Todas y cada una de las manifestaciones ingenuas del alma asoman por los ojos y se dibujan en los labios de los personajes.


Acompaña a las imágenes la música en vivo de una pequeña banda de jazz que hace la velada más grata si cabe y el público, entusiasmado, deja oír sus risas durante la proyección y los aplausos al final de la cinta.


Hay prevista una proyección por mes hasta julio, en el CICCA. Y naturalmente no pienso perderme ni una, que oportunidades como éstas, de reír y sonreír, no son en nada desechables.


Te deseo un buen día.

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