lunes, 16 de noviembre de 2009

La estrella

Hola a todos.
Comoquiera que me han empezado las clases del segundo curso de Peritia et Doctrina algunas veces salgo a pasear con Pancho por la noche al parque. A estas horas el parque presenta un aspecto distinto. No están para alegrarlo los niños que vienen en horas de la tarde con sus bicis y sus pelotas a jugar. Ni están las solicitas mamás y abuelas (y abuelos y papás, claro está) que se sientan complacidas viendo las carreras y travesuras de sus retoños. Tampoco los aficionados al juego de la petanca. Y en la cancha de fútbol no están los deportistas dándole patadas al balón.

Quienes sí están, aunque en menor número, son los paseantes que como yo traen sus perros en la noche para que los pobres animales estiren las patas y hagan sus necesidades. En mi caso paseo con Pancho atado a su correa -larga para que pueda moverse algo- dando vueltas por los senderos. A veces nos sentamos y entonces me pongo a observar el panorama. Las casas de alrededor tienen las ventanas encendidas o apagadas, pues aunque es hora para el recogimiento la gente aún están ocupadas en sus cosas o viendo la tele que es el pasatiempo de la mayoría.

Las sombras también son distintas. No está el astro rey iluminando el parque y por ello no está creando el juego de sol y sombras de un mediodía. Las farolas encendidas, con la complicidad de las ramas de los árboles, son las que juegan a dejar lugares de luz y de oscuridad.

Algunas noches la luna llena ayuda a las farolas, pero en otras solamente se ve en el cielo una estrella que aparece y se oculta tras los encajes de las nubes que pasan volando. En estos casos la miro y le formulo un deseo. ¿Cuál deseo? Si no fuera un secreto aquí lo escribiría.

Te deseo un buen día.

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