martes, 29 de junio de 2010

Encuentro decisivo

Hola a todos.
A menos de dos horas de empezar el partido estoy con una hormiguilla en el cuerpo que no me deja vivir. ¡Válgame Dios! ¿Y sin perdemos, quién velará por nosotros? El honor está en juego. El futuro es menos seguro en estos momentos cruciales. La escuadra está preparada con su capitán al frente y todos preparados para resistir hasta el fin. ¿Qué digo resistir? Atacar es la palabra. Ir a por todas y perecer en el intento si ello fuera necesario. Nuestro sistema de juego no admite dudas: somos doblemente eficaces. La duda trata de penetrar en mi cabeza como una barrena y la alejo como si fuera el peor de los males. ¿Y si ellos son más de once... pongamos... quince o dieciséis en el campo, es un suponer? ¿Cómo conseguiremos contener sus pases, su penetración por las bandas, sus centros al área chica? Nuestros chicos son fogosos y corren como gamos por el césped; me recuerdan a los galgos que corrían tras la liebre; pero, ¿y si ellos corren más? Sufro. Me aterra el partido y no sé si podré aguantarlo al completo. Noventa minutos que pueden ser eternos con los añadidos de siempre. Mi corazón golpea fuertemente en la caja que lo aprisiona. ¿Resistirá? Ya se acerca la hora. Los minutos pasan lentamente en el reloj del ordenador mientras la vida parece haberse parado. Todo está a punto. El sacrificio tendrá lugar, y cumpliendo con el rito la pelota entrará en una, o tal vez en las dos, porterías. Que Dios ayude al árbitro.

Voy en busca de un buen whisky. Te deseo un buen día.

viernes, 25 de junio de 2010

Haciendo patria

Hola a todos.
Después de la tontería de mi última entrada hoy paso a escribir de algo más serio. ¿Y qué más serio, me pregunto, en este mundo mundial que nos alberga, que el apasionante mundo del fútbol que posibilita que la crisis económica quede aparcada, al menos durante los noventa minutos de un partido y las muchas horas anteriores y posteriores al mismo en las que los comentaristas se despachan a gusto? El fútbol es mucho. Mueve voluntades y emociones, y dinero a rabiar. De lo último mejor no hablar, de las emociones sí. Con frecuencia podemos ver en la tele imágenes muchas veces repetidas de gente mostrando sus sentimientos en un estadio. Son caras y cuerpos gesticulando tras un gol conseguido por su equipo del alma, por una entrada indebida de un jugador contrario o por una decisión no compartida del juez de la contienda. El fútbol para un aficionado debe ser lo más; para quien no lo es -tal es mi caso- no pasa de ser un espectáculo no muchas veces divertido.

Lo mejor con las cosas serias es buscarle su lado cómico. Tal como hace Forges con sus viñetas y comentarios en el País digital en su página dedicada al mundial. Te invito a verla. Disfrutarás de lo lindo, te lo prometo.

Te deseo un buen día.

lunes, 21 de junio de 2010

Papépaculo

Hola a todos.
No sé a ustedes pero a mí me apetece hoy escribir sobre algo intrascendente y trivial, puede que escatológico, que no llegue a la categoría de chiste ni ocurrencia pero que lleve en lo posible una sonrisa a nuestras almas. Pensé tratar el tema hace unos meses cuando sentado en una terraza para tomar un cortado me sirvieron junto con éste un sobre de azúcar en el que venía escrita la siguiente pregunta: ¿sabes que los encendedores se inventaron antes que los fósforos? Me intrigó el acertijo y busqué en la red referencias a ambos inventos.

Efectivamente, si hacemos caso a la Wikipedia, el primer encendedor que merece tal nombre (o chisquero o yesquero) fue fabricado en 1823 y su producción se mantuvo hasta 1880; luego vendrían los de gasolina, gas, etc. La primera cerilla o fósforo por el contrario, tal como la conocemos hoy, que son fósforos de seguridad, data de 1844, aunque anteriormente se estuvo fabricando y comercializando otras que por su contenido químico eran perjudiciales para aquellos que las trabajaban; nos dice mi amiga Wiki, que ya había un antecedente en Egipto en 3500 a. C., que eran palitos de madera de pino impregnados de azufre que se encendían al contacto con una chispa, pero claro estos no nos valen para responder a la pregunta del sobrecito de azúcar.

Y claro, yo dándole vueltas al tema y afanado por saber quién o quienes han inventado tantas cosas de uso común que nos benefician, me fui a curiosear de quien partió la idea del rollo de papel higiénico, (papépaculo, yo le llamo), que nos acompaña en nuestras visitas obligadas al reservado. Encuentro los siguientes datos (nuevamente en la Wiki) que ustedes me perdonarán que copie: existen ciertas pruebas que mencionan su uso en la historia de la humanidad ya en el siglo VI a.C. En el siglo IX, las personas solían limpiarse con hojas de lechuga y con agua.

Me encuentro más tranquilo aunque no encuentro lo que busco: un inventor concreto al que dar las gracias por invento tan útil. Porque ustedes me dirán, si les cuento que yo en lugar de hojas de lechuga llegué a utilizar piedras y pencas de tuneras para limpiar tal parte de mi anatomía, ustedes perdonen, aquella en donde la espalda pierde su honesto nombre.

Te deseo un buen día.

sábado, 19 de junio de 2010

Nos dejó

Hola a todos.
Oí la noticia por la radio al poco de haberse producido el fallecimiento. José Saramago había muerto en su casa de Tias en la isla de Lanzarote. La noticia me cogió con el pie cambiado y, lo confieso, sentí un revolcón en la barriga. Murió el hombre a quién yo me había atrevido a enjuiciar, al enjuiciar su última novela publicada. Pensé volver atrás y rectificar lo que pudiera de mi última entrada, al menos su título. ¿Quién era yo para poner en tela de juicio la obra, quizá póstuma, de este premio Nobel, hombre honesto a carta cabal que no trataba de disimular su desencuentro con Dios? Me contuve y dejé lo que había escrito tal como me lo dictó la conciencia hace escasos días. Saramago había hablado de Dios con palabras gruesas puestas en boca de Caín y mi incapacidad para expresarme correctamente no me dio pie para decir que, a pesar de no estar de acuerdo con el fondo, sus razonamientos me gustaron. En desagravio, prometo leer algo más de este artista de la palabra que nos ha dejado. Tal vez me atreva con su novela más controvertida: El Evangelio según Jesucristo por la que ha sido condenado por el Vaticano. Que descanse en paz.

Te deseo un buen día.

miércoles, 16 de junio de 2010

¿Digna de un premio Nobel?

Hola a todos.
Termino de leer Caín, de José Saramago, y me queda una duda razonable para mis entendederas, ¿es ésta una obra digna de un premio Nobel? Como no sabría que responder, si en un foro me hicieran la pregunta, dejo la respuesta en el aire y espero que ustedes me ayuden si tienen la oportunidad de leerla.

Conocía otra novela de Saramago que me encantó. Su título, Ensayo sobre la Ceguera, qque nos lleva por caminos desoladores del alma humana. Un hombre parado ante un semáforo se queda ciego de forma fulminante. Una enfermedad desconocida hace que la ceguera se expanda y vayan quedando ciegos todos, unos detrás de otros. El caos se apodera de la ciudad y los pobres ciegos han de enfrentarse a los más sórdidos comportamientos del ser humano para intentar sobrevivir. Según la iba leyendo notaba una sensación de angustia que me ponía los nervios de punto al compartir las necesidades y las luchas de hombres y mujeres en una situación llevada al límite.

Posiblemente esperaba con Caín algo parecido y quedé defraudado. Aquí Saramago pone en solfa a dios y, menos 'bonito', le dice cuanto se le viene a la lengua. Claro que para ello se basa en la propia palabra de Dios. O lo que es lo mismo en la Biblia. Tomando como referencia hechos narrados en el Libro Sagrado nos presenta el premio Nobel al dios justiciero e implacable, amigo de matanzas y de guerras, vengativo con aquellos que osan no cumplir su santa voluntad... Caín es testigo, (después de matar a su hermano Abel y haber sido castigado a andar errante y perdido por el mundo, en un juego de presentes en donde el presente-presente deja paso a un presente-pasado o a un presente-futuro) de los hechos que muestran al dios inmisericorde, la destrucción de Sodoma en donde por los pecados de unos no perdona a ningún posible inocente, la conquista de Jericó por Josué con miles de muertos, hombres, mujeres y niños, la petición a Abraham para que sacrifique a su propio hijo, las terribles pruebas a que somete a Job por medio de Satán para ver si le sigue siendo fiel, el diluvio con el que castiga a la humanidad salvando sólo a Noé y a su familia y a una pareja -macho y hembra- de cada animal existente.

Vuelvo a mi pregunta ¿es ésta una obra digna de un premio Nobel? ¿de Saramago? Leela y dame, porfa, tu comentario.

Te deseo un buen día.

sábado, 12 de junio de 2010

Cuatrocientos

Hola a todos.
Me parece oportuno volver de tanto en tanto la vista atrás, no necesariamente a los años que hemos vivido sino aún más lejos, a los que vivieron aquellos que nos precedieron. Para ello hemos de hacer uso de los que nos cuentan aquellos que del tema saben (tenemos libros y escritos a montones para ello) y pararnos a mirar, y admirar, las obras que en herencia hemos ido acumulando. Un tiempo interesante al que me gusta regresar es al Quattocentro. Llaman así -ustedes lo saben- al período del 1400 al 1499, aquel tiempo en que en la ciudad italiana de Florencia dio comienzo, -y que luego siguió por Venecia y Mantua-, lo que conocemos como Primer Renacimiento. Floreció entonces el Arte bajo una concepción nueva, tomando en los cánones de belleza del mundo greco-romano el ideal en arquitectura y escultura y dejando atrás el Románico y el Gótico. El Hombre es entonces el centro del Universo y se deja a un lado la idea de que todo ha de girar en torno a Dios, pensamiento religioso imperante en la Edad Media. La pintura por su parte encuentra nuevas formas en la que, con espacios arquitectónicos se consigue la perspectiva lo que da profundidad a lo representado en los cuadros.

Botticelli. El nacimiento de Venus.

¿Y por qué me detengo hoy en el Quattrocento? preguntarán ustedes. ¿Por qué este deseo de compartir mi gusto por la belleza clásica, justo ahora? Pues debe ser, pienso, porque he dejado atrás el número cuatrocientos de las entradas en el blog y quiero compensar la cantidad de rollos insustanciales y tonterías escritas en centenares de ocasiones que ustedes, mis queridos seguidores, habéis tenido la oportunidad de tragar.

Te deseo un buen día.

martes, 8 de junio de 2010

Calor del bueno

Hola a todos.
Calor del bueno se nos metió en las islas la semana pasada. O del malo, según se mire. Parecía como si hubiesen abierto las puertas del infierno permitiendo que ráfagas de aire caliente, como de un soplete, se pasearan por las calles. Dicen que en el Sur fue peor y lo creo porque ya se sabe que por allá abajo cuando viene el viento del Sáhara no hay quien pare ni siquiera en las playas. Gracias que duró poco y ya para el sábado había refrescado algo pues si no me da un soponcio. Porque para el sábado teníamos prevista una excursión a Santa Lucía, lugar de calor donde los haya, aunque es agradable y risueño sitio para pasar un día de asueto. Ver los palmerales en los profundos barrancos, sentir la presencia de la Naturaleza en las montañas recortadas en el azul del cielo y disfrutar del sosiego es algo que deberíamos hacer con frecuencia para renovar las pilas en el alma.


Te deseo un buen día.

jueves, 3 de junio de 2010

Lecturas obligadas

Hola a todos.
Aprovechando las vacaciones estoy intentando ponerme al día con los libros y cuentos que tengo pendientes. Los cuentos los recibo por internet, uno a la semana, desde Ciudad Seva, y los libros, o bien los tengo en casa como el que me ocupa ahora, o los intento encontrar en la Biblioteca. El libro que estoy leyendo es Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes. Lo empecé hace unos años y lo dejé por imposible en el primer capítulo. Error mayúsculo el mío de entonces según compruebo ahora que lo estoy leyendo con tranquilidad e interés. Con algunos libros me pasa. No consigo centrarme al principio y abandono aunque sin ponerlos en el cajón del olvido. Sé que algún día volveré sobre ellos y que me ilusionará su lectura.

Cinco horas con Mario está magistralmente escrito. En forma de monólogo los sentimientos de una mujer, Menchu, van apareciendo una y otra vez al quedarse a solas con el cadáver de Mario, su difunto marido, al velarlo en lo que había sido su despacho y ahora es su cámara mortuoria. Sus pequeños rencores y dudas, guardados durante años de matrimonio, van saliendo poco a poco en forma de reproches y de improperios.

Y con los recuerdos de Menchu nos presenta Miguel Delibes una época de la España franquista, en una sociedad provinciana a través del retrato de un matrimonio de la clase media, con todas sus contradicciones. Quienes la conocimos la podemos, con esta novela, recrear. A quienes no, les servirá para conocer una parte de nuestra Historia.

Te deseo un buen día