lunes, 21 de junio de 2010

Papépaculo

Hola a todos.
No sé a ustedes pero a mí me apetece hoy escribir sobre algo intrascendente y trivial, puede que escatológico, que no llegue a la categoría de chiste ni ocurrencia pero que lleve en lo posible una sonrisa a nuestras almas. Pensé tratar el tema hace unos meses cuando sentado en una terraza para tomar un cortado me sirvieron junto con éste un sobre de azúcar en el que venía escrita la siguiente pregunta: ¿sabes que los encendedores se inventaron antes que los fósforos? Me intrigó el acertijo y busqué en la red referencias a ambos inventos.

Efectivamente, si hacemos caso a la Wikipedia, el primer encendedor que merece tal nombre (o chisquero o yesquero) fue fabricado en 1823 y su producción se mantuvo hasta 1880; luego vendrían los de gasolina, gas, etc. La primera cerilla o fósforo por el contrario, tal como la conocemos hoy, que son fósforos de seguridad, data de 1844, aunque anteriormente se estuvo fabricando y comercializando otras que por su contenido químico eran perjudiciales para aquellos que las trabajaban; nos dice mi amiga Wiki, que ya había un antecedente en Egipto en 3500 a. C., que eran palitos de madera de pino impregnados de azufre que se encendían al contacto con una chispa, pero claro estos no nos valen para responder a la pregunta del sobrecito de azúcar.

Y claro, yo dándole vueltas al tema y afanado por saber quién o quienes han inventado tantas cosas de uso común que nos benefician, me fui a curiosear de quien partió la idea del rollo de papel higiénico, (papépaculo, yo le llamo), que nos acompaña en nuestras visitas obligadas al reservado. Encuentro los siguientes datos (nuevamente en la Wiki) que ustedes me perdonarán que copie: existen ciertas pruebas que mencionan su uso en la historia de la humanidad ya en el siglo VI a.C. En el siglo IX, las personas solían limpiarse con hojas de lechuga y con agua.

Me encuentro más tranquilo aunque no encuentro lo que busco: un inventor concreto al que dar las gracias por invento tan útil. Porque ustedes me dirán, si les cuento que yo en lugar de hojas de lechuga llegué a utilizar piedras y pencas de tuneras para limpiar tal parte de mi anatomía, ustedes perdonen, aquella en donde la espalda pierde su honesto nombre.

Te deseo un buen día.

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