martes, 26 de julio de 2011

El río

Hola a todos.
Desde Edimburgo nos vinimos por carreteras secundarias, después de dejar la autopista, hasta New Lanark. A cada poco, grupos de ovejas, caballos o vacas aparecían ante nuestra vista destacando con sus colores variados del verde constante de la campiña escocesa. En New Lanark, en donde nos hospedamos dos noches, nos esperaba el Clyde con su murmullo de río joven que bajaba cantarín por entre las piedras. Los apartamentos estaban junto al río, al mismo nivel, y asomándonos por las ventanas sentíamos el aroma del agua y de los árboles y plantas que crecían en sus orillas.

El río, más arriba de donde estamos (a unos dos kilómetros) tiene una cascada y
a ella nos fuimos de paseo por un sendero bien trazado y cómodo y con una muy buena señalización. El camino parecía ser llano aunque la altura cambiante a la que veíamos el agua nos hacía ver que íbamos ascendiendo. Cada cierto tramo el sendero se perdía por la maleza y giraba hasta un mirador en el que parábamos para ver el nuevo cuadro que se nos ofrecía a la vista. Algunos bancos colocados en puntos distintos permitía un descanso al paseante si le fuera necesario.

Casi al empezar encontramos la central hidroeléctrica que abastece de electricidad al pueblo. Grandes y gruesas tuberías que llevan el agua sumisa, para aprovechar el salto de agua, como la aprovecharon desde el siglo XVIII para la manufactura del algodón. El andar por estos parajes se hace agradable. Vemos el río a nuestro lado y algunas pequeñas cascadas. Y subiendo, subiendo, llegamos hasta un punto en que un letrero, junto a un gran embalse, nos advierte de que a partir de aquí el camino es tan sólo para senderistas bien preparados.

New Lanark comenzó siendo una fábrica que montaron en este recodo del río aprovechando el
impulso del agua en su caída. Su historia, y la de Robert Owen que fue su segundo propietario, merecen ser conocidas. Este filántropo y hombre de negocio fue el primero en fundar una escuela para niños pequeños en toda la Gran Bretaña y mejoró cuanto pudo las condiciones de vida de sus trabajadores.


Hoy en día estas antiguas fábricas son el sitio ideal para pasar unas vacaciones y gozar de unos ejercicios espirituales en contacto con la Naturaleza. Naturaleza bien protegida por la Scottish Wildlife Trust que tiene una pequeña oficina en uno de los edificios en la que pudimos ver, entre otras cosas, un enjambre de abejas dentro del tronco de un árbol, y que cuida de la garganta bonita del río Clyde.





Te deseo un buen día.

1 comentario:

Francisco Espada dijo...

Nunca estuve en Edinburgo, pero después de tus magníficas explicaciones, puede que incluso pudiera hacer de guía de la ciudad. Un abrazo.