viernes, 4 de noviembre de 2011

Tarde de otoño

Hola a todos.
Sentado en uno de los bancos de la Plaza de Santa Ana dejo pasar la tarde. El día amaneció despejado permitiendo ver desde Las Palmas las cumbres centrales de la isla. Poco a poco las nubes grises fueron tapando el azul del cielo y a estas horas amenazan con descargar unas gotas. Unas meaditas de los angelitos quizás, nada alarmante. Algunas personas pasan con paraguas abiertos y otras, las más, poco precavidas seguramente, caminan sin importarles que la suave lluvia moje sus cabezas y a lo más sus camisas o sus abrigos ligeros. Hace calor. Este otoño tardío que nos llega por fin no nos ha traído todavía frío apre- ciable. La luz solar y el cambio de horario sí que nos juega las malas pasadas de siempre: el reloj de la catedral da la campanada única de las seis y media y ya parece noche cerrada. Me sobresalto al oír el tañido de la campana y miro la fachada neoclásica del templo. Voy recorriendo piedra a piedra su fisonomía. Me detengo contemplando los amplios arcos de medio punto que conducen al atrio donde están las puertas de madera noble de las entradas, miro el hermoso medallón de piedra labrada que ocupa posiblemente el centro exacto de la fachada y más arriba el templete con el medio arco por el que se cuela la luz, y a ambos lados las torres, la del campanario y el reloj y su gemela en la que un ascensor permite subir para gozar de la visión espléndida de la plaza y alrededores.
A mi izquierda, al lado de poniente, el Ayuntamiento. Siguen cayendo unas gotas, rabiosas a ratos. Dirijo mi mirada hacia las Casas Consis- toriales por donde unos operarios trajinan para colocar andamios y luces para el Tenorio de todos los años. Luces rojas, azules y verdes iluminan el bello frontis permitiendo ver las columnas de piedra de cantería y el atrio. Más arriba las ventanas, altas las unas y cuadradas las de más arriba que son como ojos abiertos al devenir de los tiempos. Y en lo alto del todo el escudo de la Ciudad y las estatuas, dos a cada lado, que son como guardianes celosos de lo que acontece. Estas esculturas que datan de 1909 realizadas en hierro colado por el escultor francés Boutellier representan fieles a su tiempo la Agricultura, el Comercio, el Arte y la Navegación.

Las gotas de lluvia -meaditas de ángeles, seguro- siguen cayendo mientras las últimas personas abandonan las pocas mesas de la única cafetería. Los obreros continúan con la preparación del escenario para el Tenorio y yo voy sintiendo como nuestros antepasados se van adueñando de la plaza viniendo en silencio y despacito por las venerables calles de Vegueta.

Te deseo un buen día.

Casas Consistoriales de Las Palmas antes y después del incendio de 1842.

1 comentario:

Felipe Tajafuerte dijo...

Tengo verdaderas ganas de visitar tu ciudad. Con tu entrada tan detalladamente observadora no has hecho más que incrementar esta ilusión. Un abrazo