jueves, 23 de agosto de 2012

Segunda parte

"Ahí están los alpes. Sí, están, pero apenas se ven, 
la nieve baja mansa, como leves copos de algodón
en rama, pero esa suavidad es engañosa, que lo diga
nuestro elefante, que lleva sobre las espaldas, cada 
vez más visible, una mancha de hielo que ya tendría
que haber sido objeto de la atención del cornaca..."

Hola a todos:
Lanzarote, agosto de 2008. Lugar y fecha que nos dejó Saramago en la última página de El viaje del elefante. Tenía entonces don José unos ochenta y seis años y hacía diez que le habían concedido el Premio Nobel de Literatura. Había escrito esta novela-cuento o cuento-novela (no sé con que quedarme) casi por casualidad. Fue a raíz del conocimiento que tuvo de un viaje real de un elefante desde Portugal a Viena a mitad del siglo XVI. Como buen narrador se interesó por el tema, se informó cuanto pudo, añadió unos buenos gramos de su capacidad para ilusionarnos y nos dejó, para nuestro disfrute, este ameno relato.

Ignoro si Saramago tenía conciencia de lo que quería escribir cuando se propuso contarnos las peripecias de salomón, más tarde llamado solimán, auxiliado por el cornaca subrho, más tarde fritz. O si fueron saliendo de su mente las situaciones mientras una sonrisa le llegaba de oreja a oreja divirtiéndose con cada una de las palabras que escribía. Era Saramago perro viejo ya en esto de escribir y bien que podía darse el gusto de dejarnos una obra sin el fondo comprometido de otras de las muchas suyas. Eso sí, dándonos, por supuesto, sentencias y frases de las que dejan poso en nuestras mentes calenturientas.

Bien pudo hacerlo el afamado Nobel en sus últimos años de vida y, si no me equivoco en mi apreciación, bien que lo pasó escribiendo esta fábula rea como la vida mismal. Y por ello me alegro pues bien que se lo merecía. Es la impresión con la que me quedo después de llegar al final de la segunda parte, en la que, casi, casi, tampoco ocurre nada.

Te deseo un buen día.           

2 comentarios:

Francisco Espada dijo...

A un buen narrador no le hace falta que sucedan cosas, sino que él sepa contarlas y llevarnos embebidos en la lectura por cómo dice y no tanto por lo que cuenta.
Saludos

Marcos dijo...

A mi también me has contagiado. Voy a leerlo en lo que queda de tiempo libre. Un saludo