domingo, 19 de mayo de 2013

El grupo

Hola a todos.
Subimos por la Comarca de la Vera para, dando un rodeo, llegar al Valle del Jerte. Los dos valles, el del Jerte y el de la Vera, son contiguos y están separados por unas lomas o montañas. Éstas, las montañas, bajan en suave declive por uno y otro lado en laderas cubiertas de árboles que cubren con un manto verde el paisaje. En uno y otro lado están los cerezos y, leemos, también frambuesas. Paramos en un lindo pueblo antiguo, lleno de antiguas casas: en Garganta la Olla. Encontramos aquí, en nuestro deambular, al menos tres casas que llamaron nuestra atención; la una, de color azul vivo su fachada y dintel de mampostería en puertas y ventanas, es la llamada Casa de las Muñecas; la segunda, como escondida en calle secundaria, es el Museo de la Inquisición; y la tercera, con gran balcón extendido, está sosteniendo su balcón con tres palos entrecruzados que descansan sobre una gran piedra. Pudimos saber que en la Casa de las Muñecas se ejercía la prostitución para solaz y beneficio de los nobles que por estos andurriales acompañaron al emperador Carlos I de España y V de Alemania; suponemos que la segunda guarda dentro de sus muros legajos con los nombres de quienes fueron objeto de persecución y tal vez aquellos artilugios empleados en tiempos para hacer abjurar a los perversos; y sabemos que en la tercera vendían -el día que allí estuvimos- castañas secas. Además de éstas pudimos encontrar otras casas vetustas con lindos balcones de madera y tiestos de flores que las engalanaban y con pequeñas ventanas  en los pequeños comercios que eran escaparates abiertos a los ojos del visitante con productos extremeños y souvenirs.




Pero no era de las bondades de Garganta la Olla de lo que queríamos escribir hoy. No, nos proponíamos escribir del grupo: de la piña de buenas gentes que coincidimos en este viaje. Gente 'chachi' que era un mosaico de gentes de distintos pueblos de España. De la España peninsular: alicantinos, murcianos y conquenses; granadinos, toledanos y madrileños y de otros sitios que se nos escapan. Y de la España insular: de Mallorca, de Tenerife y de Gran Canaria que es nuestra patria chica. Fue un grupo estupendo sin disidencias dignas de contar cuyos objetivos eran el pasarlo bien, el ver cosas y sitios nuevos y aprender...


En Garganta la Olla, junto al riachuelo que bajaba con agua limpia rumbo al río Tiétar, nuestro guía acompañante, Samuel, hizo durante un buen rato de fotógrafo tomando, con un montón de cámaras distintas, un buen número de instantáneas del grupo. Para el recuerdo. Después, con Samuel y José el chófer, tuvimos en el típico restaurante La Fragua, situado cerquita del Museo de la Inquisición, el almuerzo reparador.


Más tarde y tras una demostración de buen cante de nuestro lírico  andaluz por granadino, que tenía arrobadas a cuatro buenas viejecitas del pueblo que reían con la boca y aun más con lo ojos ante sus cantares de amor, seguimos nuestro camino al Jerte. Ello, sin embargo, queda para otro día.


Lo que si debemos recordar hoy es el romance de la Serrana de la Vega que Samuel nos contó: el romance de la moza que fue despreciada y, echándose al monte, secuestraba y mataba a los hombres después de hacerles el amor:


En el camino de Garganta,
cinco leguas de Plasencia,
habitaba una serrana
alta, rubia y sandunguera.
Vara y media de cintura,
cuarta y media de muñeca,
los cabellos que tenía
hasta los zancos la llegan.
Cuando tenía ganas de agua
se subía a las altas peñas,
cuando tenía ganas de hombres
se bajaba de la sierra.
(...)
Bebe, serranillo, bebe,
agua de esa calavera,
que podrá ser que algún día
otros de la tuya beban.
Ya trataron de acostarse,
le mandó cerrar la puerta
y el serrano, que es muy cuerdo,
la ha dejado medio abierta.
Cuando la sintió dormida,
se ha salido para afuera.
(...)
-Vuelve, serranillo, vuelve;
vuelve atrás por tu montera,
que es de paño fino y bueno
y es lástima que se pierda.
-Si se pierde, que se pierda;
no me importa la montera,
mi madre me compra otra,
y si no me estoy sin ella.
-Por Dios te pido, serrano,
que no descubras mi cueva,
que si acaso la descubres,
te he de cortar la cabeza.
-Tu padre será el caballo,
tu madre será la yegua,
y tú serás el potrito
que relinche por la sierra.




Te deseo un buen día.

2 comentarios:

Francisco Espada dijo...

¡Qué bien que te lo has pasado en esa excursión! La gente, los cantes, lo visto, lo oído, pero fundamentalmente llama la atención el romance de esa serrana extremeña y rubia, con la melena hasta los pies, que bajaba del monte cada vez que tenía necesidad de cópula. Las leyendas son lo que son y tú lo has pasado divinamente. Me quedo esperando tu verdadera visión del nevado valle del Jerte.

Un fuerte abrazo.

Felipe Tajafuerte dijo...

Has traido a mi memoria mis recorridos por esos lugares. Recuerdo muy bien Garganta de la Olla y Cuacos de Yuste y también los pueblos del Valle del Jerte: Cabezuela del Valle, jerte, Tornavacas etc. Cuando los cerezos florecen, este valle es algo espectacular. Sin duda, un gran viaje y seguro que Extremadura os habrá sorprendido como a todos los que la hemos visitado.Un abrazo desde mi mejana