lunes, 17 de junio de 2013

La memoria

Hola a todos.
En la memoria, que no es del todo fiel, se van borrando los gratos recuerdos de las excursiones tendiendo a mezclar los de unas con los de las otras. Así nos vemos en un lugar cuando tratamos de situarnos en otro en que pasamos aquella tarde tan agradable y confundimos los pasillos de aquella catedral con el claustro silencioso de aquel otro monasterio. En el viaje por tierras de Cáceres nos llevaron a sitios que bien merecen ser recordados:

Estuvimos en el Palacio de los condes de Oropesa, en Jarandilla de la Vera, en el que estuvo alojado el emperador Carlos I durante unos meses mientras acondicionaban sus aposentos en el Monasterio de Yuste; hoy el palacio está reconvertido en Parador Nacional y de él me acuerdo porque en su patio, adornado con una preciosa palmera canaria, tomé una manzanilla pues tenía la barriga algo fastidiailla. (Por cierto, que me agradó montones ver tantas palmeras por tantos sitios en Cáceres que es cosa que no me esperaba: palmeras lindas que de cualquier rincón hace un espacio agradable). Jarandilla de la Vera, el pueblo, es un encanto sencillo y coqueto: su fuente, su estatua a la madre, sus flores, y sus gentes decorándolo con cariño y sencillez para las fiestas que iban a tener lugar nos dejaron un buen sabor de boca por los adornos bonitos con material reciclado.






Paseamos por el Monasterio de Yuste, austero y sencillo con su iglesia y aposentos que recuerdan al Emperador. Este vivió aquí sus últimos años aquejado por el mal de la gota y en él nos mostraron algunas modificaciones para hacerle la vida algo más soportable: una subida con pendiente para que pudiera entrar montado a caballo en el interior del edificio y una ventana que comunicaba su habitación con la iglesia a través de la cual podía seguir la Santa Misa. (Privilegios, merecidos sin duda, para Carlos V de Alemania y I de España). Ahora, los reyes en este lugar son los corpulentos y espectaculares árboles centenarios que por aquí encontramos.





Y pudimos mirar con curiosidad y respeto los ornamentos sagrados rematados puntada a puntada por los monjes Jerónimos durante cientos de años,  y los viejos libros, en el Monasterio de Guadalupe. En estos libros pudimos ver las notas musicales del Canto Gregoriano marcadas en el pentagrama en librotes enormes que podían ser vistos desde lejos, colocados en atriles en el coro, incluso por los monjes más cegatos. Pudimos ver la preciosa imagen de la Virgen morena -patrona de la Hispanidad-  y su iglesia y sus ricos aposentos con tesoros reunidos durante siglos, y, haciendo del silencio virtud podíamos oír a los monjes entonando sus cantos.



Con todo ello, te deseo un buen día.


2 comentarios:

Felipe Tajafuerte dijo...

Ángel, no has dicho si en Guadalupe comiste la morcilla del lugar, un tanto picantes, o la caldereta de venado de las Villuercas. Ambas son exquisitas. Además ahora en Extremadura se hacen buenos vinos, la denominación Ribera del Guadiana, por ejemplo. La comida también es cultura. Un abrazo desde mi mejana

Pensionista Por Jubilación dijo...

Hola Felipe. Por desgracia en estas excursiones colectivas la gastronomía es una rara avis. A Guadalupe fuimos por la tarde y después de la visita nos dio tiempo para un vino y para poco más. Por cierto, no dije que el camino para llegar al monasterio es verdaderamente precioso.
Un saludo a todos, Ángel